Parece
ser paradójico que en un mundo que desborda de riqueza en determinados sectores
sociales; y que en ciertas naciones mueran a diario miles de personas por
inanición. El capitalismo posee aquella mano invisible que decide quien ha de
vivir y cuales han de perecer por el “bien del mercado”. Con el capital
acumulado existente en el planeta Tierra es posible mantener a mas de doce mil
millones de habitantes con una nutrición completa, y es más que evidente que
tal posibilidad no se cumple ni con tan siquiera los seis mil millones de
habitantes existentes hoy en día. Esta pronta afirmación que se ha hecho
anteriormente, sirve para demostrar que el capitalismo no es más que un sistema
basado en las desigualdades; que ya no concibe al ser humano como tal, sino que
se le da aquella categoría que posee un producto en un anaquel de una tienda
cualquiera.
Los habitantes de un país “en vías de desarrollo”, les queda claro que aquellos ideales imaginarios de independencia y soberanía, son lujos que solo disfrutan las potencias económicas, los demás países débiles han de someterse a sus voluntades; y en caso de querer hacer valer su libertad y sus principios, serán catalogados como grupos populistas e incluso se les nombrará como actualmente se acostumbra “grupos terroristas”.
Sus normativas no van más allá de sus límites
fronterizos, las potencias “los dueños del mundo”, poseen una legislación sin
control, sin fronteras de ningún tipo, capaz de ser impuesta por sobre
cualquier ordenamiento de cualquier nación.
Uno
de los fenómenos más característicos del capitalismo, la globalización, dentro
de sus vacías promesas se encuentra la de crear una economía única, en la que
el dinero llegue a todos por igual, mediante el flujo libre de capital; pero en
la realidad no se ve más que una economía injusta donde existen sectores
minoritarios que disfrutan de la mayor riqueza, y por otra parte se encuentran
enormes porciones que viven en la completa desigualdad, en la oscuridad del
olvido.
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